Saqué la cantimplora de la mochila y la sacudí. En el interior de las tinieblas se escuchó un ligero tintineo. Debía de quedar una cuarta parte del agua. Apoyé la cabeza en la pared y cerré los ojos. Pensé que quizá May Kasahara tuviera razón. El hombre que era yo, a fin de cuentas, había sido hecho en alguna otra parte. Yo no soy más que un simple camino por donde pasa el hombre que yo soy.¿Sabes, señor pájaro-que-da-cuerda? Yo esas cosas las entiendo. ¿Por qué no las entenderás tú?
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo
Haruki Murakami
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